11.02.2009

Pirata

Empiezo, pues, la "era de los relatos" en este blog con un ejercicio rápido de hace un tiempo.

El ejercicio se trataba de escribir algo no más largo de 3 páginas, narrado en presente y que tuviera que ver de alguna manera con la tecnología o la ciencia ficción.

No sé si lo habré conseguido pero espero que os guste ^^

Título: Pirata
Autora: Anna Morgana Alabau
Palabras: 454
Género: Ciencia Ficción (en general, no vamos a entrar en etiquetas más detalladas)
Nota: Esta narración es propiedad de su autora (Anna Morgana Alabau) y está protegida legalmente contra cualquier intento de plagio. Si quieres usarla o la has visto en otro sitio, por favor, ponte en contacto con morganaofavallon@gmail.com . Gracia.



PIRATA

La base de datos está a punto de reventar.

Corre, corre por los laberintos de la red como si te persiguiera el minotauro pero tus piernas van cada vez más lentas.

Contraseña.

Un cortafuegos.

La habilidad te salva.

La ansiedad invade tu cuerpo como si te estuviera follando, con la misma sensación orgásmica de saber que estás haciendo algo prohibido, que pueden pillarte… que no van a hacerlo.

Demasiado tiempo viviendo de la adrenalina de los asaltos.

Esta vez ha sido el servidor de un organismo gubernamental, la anterior fue el de una empresa transnacional, como podía haber sido el de un centro de investigación, un registro policial o una central termonuclear. Tal vez fueron alguna vez. Son tantas que ya no puedes recordarlo pero algo queda. Siempre queda.

La emoción del descubrimiento, de ver la luz de un túnel de entrada. Penetrar en un espacio oculto al que no deberías tener acceso, como los antiguos saqueadores de pirámides. El placer de mover los hilos a tu parecer sin que nadie pueda hacer nada. Bloquear accesos, borrar huellas, conseguir llegar sano y salvo a casa después de la persecución de los centinelas sabiendo que están completamente a oscuras, ciegos a tu identidad pero no a tus acciones.

Dejar tu marca en la red, en el mundo que rige al mundo.

El último recodo del camino. Los centinelas quedan atrás y tu nave pirata llega a buen puerto.

Buen trabajo, capitán.

Te levantas el visor de la pantalla y los dedos todavía tiemblan dentro de los guantes de teclado.

Es lo mejor de la vida: mejor que el chocolate, mejor que la velocidad, mejor que el sexo.

Desconectas la unidad de comunicaciones. La nave se merece un descanso. Mañana será otro día: largo, duro, emocionante.

Todavía tienes el corazón acelerado. Miras hacia la puerta de la habitación secreta y piensas durante un instante que en cualquier momento alguien podría dar con la clave de acceso, escondida en el código de barras de un viejo libro de informática. En cualquier momento la puerta podría deslizarse dentro de la pared y dejar al descubierto tu gran sala de ordenadores, tu centro de operaciones, tus naves piratas. Y eso sería el fin.

Una sonrisa se dibuja en tu rostro.

Hace tiempo, cuando el overcraft chocó contra aquella cabina de descarga de e-books a doscientos por hora también te dijeron que era el fin. Cuando tus piernas dejaron de sostenerte y te negaste a los implantes biónicos todo el mundo creyó que jamás volverías a hacer nada por ti mismo.

Acaricias las palancas de tu aerosilla y la sonrisa se ensancha un poco más.

Fue un final, eso es cierto, pero todo final es a su vez un comienzo.

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