Título: El cazador de huellas
Autora: Anna Morgana Alabau
Palabras: +600
Género: diálogo, narración
Nota: esta narración es propiedad de su autora (Anna Morgana Alabau) y está protegida legalmente contra cualquier intento de plagio. Si quieres usarla o la has visto en otro sitio, por favor, ponte en contacto con morganaofavallon@gmail.com. Gracias.
El cazador de huellas
Empecé en este negocio cuando todavía no eras ni un proyecto en los pensamientos de tus padres. Quizás ni siquiera se habían conocido aún. ¿Que quién me paga? ¡Ja! ¡A ti te lo voy a decir! No… esto va más allá de lo que tu mente irá jamás y, si quieres un consejo sabio, ni se te ocurra intentar averiguarlo. De todas formas no es como si hiciera daño a alguien… Lo único que hago es capturar sus huellas y procesarlas.
Vale, vale, ya sé que es ilegal. La ley de la propiedad, la de la propiedad intelectual, la de la propiedad del estado y la de su puñetera madre, pero mientras no me pillen, no voy a dejarlo. En cuanto a mi nombre, por mucho que te rías, ya puedes publicarlo, majo: a con él ni siquiera van a poder encargar una pizza.
No hay fisuras en mi plan. De eso puedes estar completamente convencido.
Sí, sé que el negocio es competitivo y duro, pero los coleccionistas saben quién es el que trabaja mejor. Tengo tres clientes (no necesito más) y sus colecciones son tan grandes que te explotarían los sesos si pudieras calcularlo.
¡Claro que digo la verdad! No soy ningún exagerado, ni tampoco un charlatán. Si alguna vez te has atrevido a pisar alguna de las playas de ceniza con los pies descalzos: tienen tus huellas. Eso puede hacerlo cualquiera. No, lo que yo ofrezco es calidad, chaval.
Evidentemente, me refiero al ámbito “privado”.
¡Pues claro que quiero decir a las casas privadas! ¿Cómo te crees que uno se gana su fama?
Otra vez la propiedad… Resulta obvio que si digitalizar las huellas de los pies de alguien en un montón de sucia ceniza en un espacio público es ilegal, allanar sus casas para procesar sus suelos también lo es . Pero no por eso voy a detenerme. Yo soy un auténtico cazador, muchacho. Quizás el último que quede.
¿Que qué hacen con ellas? ¡Y yo qué sé! Lo que sí sé es lo que NO hacen: no compran, no roban, no trafican y no las usan para fines ilegales. Me he cerciorado de eso. Sólo son coleccionistas. Quizá estén enfermos o sean unos fetichistas, pero eso no es ningún crimen, que yo sepa. No lo sé. Igual se construyen réplicas a tamaño real para excitarse o para calzarles los zapatos que ellos no se atreven a llevar. La verdad es que me importa un rábano. Es más: no quiero saberlo. Soy muy feliz dejando las cosas tal y como están.
Lo que sí puedo contarte, lo que sí puedo entender, es por qué hay tantos coleccionistas de huellas. Tú eres un pipiolo, hijo, pero cuando yo era joven el mundo no estaba cubierto de ceniza: había playas y montañas y ciudades, pero no apestaban. Al menos no tanto. Uno podía respirar el aire sin esta mierda de máscaras anti-gas, podía correr por los prados descalzo, ir en chanclas. No sabes lo que son las chanclas ¿verdad? Pues eran zapatos… zapatos con los que los demás podían verte por entero los pies. Lo creas o no.
Ahora sólo los descerebrados se quitan las botas para poner los pies en la playa o en el suelo de sus casas. La contaminación y las cenizas tóxicas te los dejan dormidos durante horas o te los despellejan, en el mejor de los casos. En el peor… bueno, ya lo sabes. Así que no me extraña que se obsesionen con eso, sobre todo los que han vivido tiempos como los míos.
En fin, espero que los dioses bendigan a los descerebrados: gracias a ellos, aún tengo trabajo ¿no crees?