6.01.2011

Micros exprés

A veces creo que no estoy del todo cuerda (a veces estoy totalmente segura). Hay días en los que siento una necesidad (imperiosa, diría un periodista) de escribir algo, lo que sea, donde sea. Es especialmente cuando no tengo tiempo de ponerme a ello cuando se me hace un nudo en el pecho (ni en el estómago ni en la garganta, sino donde se te queda a veces el pan cuando no comes tan despacio como debieras), y tengo que coger la libreta de los micros y garabatear algo que tenga un poco de ritmo, de sentido, de exorcismo. Y claro, me salen los demonios. Lo bueno es que no me llevan, sino que yo les llevo a ellos...

Así que os dejo con tres micros repentinos, escritos por mis fantasmas internos a través de un bolígrafo de propaganda en mi antigua agenda de cuando cursaba el máster. No he podido resistirlos, ni tampoco creo que deba, aunque a juzgar por lo que he escrito, quizás sea conveniente que empiece a ver otro tipo de series...

Y no poder
Quiso correr, escapar del lugar en el que la retenía, pero sus piernas se rindieron a medio camino.
Luego quiso arrastrarse, pero los brazos le dolían y las fuerzas terminaron por abandonarla.
Quiso gritar, y la voz se ahogó en su garganta; quiso llorar, pero no le salieron las lágrimas.
Cuando él la encontró, quiso rogarle piedad, pero no encontró las palabras y, al sentir las cuchilladas penetrar en su piel, ordenó a su sabgre que se quedara donde estaba. Pero no le hizo caso.
Y al final, cuando sintió el dolor que la invadía y la desgarraba, deseó que su corazón se detuviese de una vez por todas. Sin embargo, decidió seguir latiendo.

Pacto
"No se puede tener todo" le dijo la bruja al diablo al descender de la hoguera.
Satanás la miró de arriba abajo con una mueca de disgusto mientras veía su vieja alma ranquear hasta la puerta del Hades, inexplicables decenios después de haber firmado el infame pacto.

Deseo de infancia
Una cara feliz e iluminada y, en ella, una sonrisa deslumbrante. Unos ojos vivos, emocionados, intensamente azules en contraste con un pelo rubio, rizado y brillante. Los brazos estirados, los puños apretados de pura excitación. Las piernas desnudas, blancas, de piel suave y delicada, y los pies inmersos en un charco de sangre.
Me mira y su sonrisa se ensancha un poco más.
"Siempre había querido unos chapines de rubíes" me dice emocionada.