La carga
Nos sentamos en silencio. Alzamos las manos con las palmas hacia afuera y esperamos respeto y comprensión.
Pero la bestia siempre muerde la mano que la alimenta.
Preciosa
Jamás había visto nada igual. Su belleza no podía compararse a la de nadie a quien hubiese visto en toda su vida. Sus ojos eran grandes, brillantes, de un color imposible y miraban el mundo con una curiosidad casi infantil. Su nariz se arrugaba cuando hacía ruiditos que se me antojaban de lo más graciosos, y sus labios finos y claros se curvaban en una sonrisa perenne y serena, que me transportaba a lugares de una paz inquebrantable.
Era tan sumamente hermosa que costaba creer que no fuese humana.
Milagro
Bajó del cielo entre una aureola de luz blanca. El aire se arremolinaba a su alrededor con armonía, casi con calma. Todo el mundo salió a la calle a contemplarlo, embelesados por la forma etérea que aterrizaba grácilmente sobre el agua.
Cuando los seres salieron de la nave y empezaron a disparar, ya era demasiado tarde para hacer nada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario